REALIDAD O ABSTRACCIÓN

Visitar museos es de las cosas que más extraño. Perderme en los pasillos, observar, pensar e imaginar. Cuando se trata de pintura, soy de los que aprecian más el realismo que lo abstracto. Mi cerebro “entiende” y aprecia mejor un paisaje o un retrato que una pintura llena de salpicaduras, rayones de colores y figuras, al parecer sin sentido, en tercera dimensión.

Prefiero a Gustav Klimt que a Pollock. Sin embargo, creo que empiezo a apreciar a este último desde que me he puesto a tocar la guitarra con el fin de explorar los sonidos en lugar de tocar algo concreto. Trataré de explicarlo. Imagina que una canción equivale a una pintura de un paisaje. Es algo bien definido y estructurado. Un Pollock equivaldría en música a tocar notas al azar y sin estructura. El resultado, una maraña de notas sin sentido. En pocas palabras, ruido.

Pero detrás de todo ese ruido hay detalles rescatables. Uno que otro intervalo que provoca alguna sensación. Tal vez en algún momento hubo algo de ritmo o sin querer toqué la triada de un acorde. Un poco de realidad oculta en la abstracción.

Lo genial de estos experimentos es que la mente se va a un lugar lejano por algunos minutos. No esperas ningún resultado específico porque no sabes a donde quieres llegar.

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